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¿May I say something?
te quiero
con
mis ganas
ésas
de hambre desértica
y fome
without any charm.
I love you
con toda la estupidez de hablar mal and in two lenguages.
I love you
seriously
Honestly
sin hueveo
corazón
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¿May I say something?
te quiero
con
mis ganas
ésas
de hambre desértica
y fome
without any charm.
I love you
con toda la estupidez de hablar mal and in two lenguages.
I love you
seriously
Honestly
sin hueveo
corazón
Una vez una niña me preguntó qué significaba patria para mí, ya que veía que ese concepto aparecía bastante en mi poesía. Barrio Yungay, le respondí al instante. Bueno, usted vivió cerca de diez años en Inglaterra, supongo que habrá echado de menos algo más que las memorias de un solo lugar de Chile, retrucó la sagaz niña, quien hacía su tarea de literatura para el colegio. Le respondí que ni por asomo yo estaba bromeando, que lo que le decía era completamente cierto, a tal punto –le dije– que en 1974, estando en un campo de detenidos en Colliguay, tuve un ataque de apendicitis que derivó en peritonitis.
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Con el paso de las horas caí en un sopor en que se fundían mi dolor de guata, la fiebre, el olor de la mediagua, la cara de los compañeros, los espacios, los tiempos. Y siempre aparecía ante mis ojos una y otra vez la esquina de Sotomayor con San Pablo, la esquina norponiente. La esquina donde estuvo el Restaurante San Marcos, donde en junio de 1962 con mi padre vimos en un diminuto televisor blanconegro, junto a cerca de 100 hombres, Chile-Yugoslavia por el tercer puesto, Eladio Rojas, Chile tercero en el mundo, los adultos de pie emocionados y borrachos cantaban el Himno Nacional..
Se me aparecía siempre en medio de la fiebre y cerca de la muerte, esa esquina del Barrio Yungay. Recuerdo que le dije a la niña que en ese tiempo yo no creía para nada en Dios, pero por esa esquina que me visitaba yo sentía que había vivido y había sido feliz, que estaba en paz conmigo. Había conocido esa esquina. Yo no creía en Dios, creía en esa esquina. Luego fui expulsado de Chile. Muchas veces en Londres amanecí soñando con la esquina de Chacabuco y San Pablo. Con esos árboles y los rieles del tranvía de una ex bella ciudad que tuvo tranvías, con el ruido de los buses y el mendigo “quelevayabien”, y que mi papá le daba el vuelto de San Camilo. Ayer vi esa esquina. Está despedazada, técnicamente desaparecida, muerta. ¡¡¡Es el Progreso pues hombreee!!!, dicen algunos por ahí. Claro, les digo. Cuando demuelen esas pequeñas tiendas de barrio, quizás no demuelen una gran obra arquitectónica, pero demuelen algo mucho más rico y querido, demuelen una cultura de barrio, una memoria, mi patria.
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Notas:
Nota:lo que es estar cagado hoy por hoy y buscar una foto de hace diez años. Echar una pinta loca y estar mirando la plaza yungay. ¡Cachilupi pos! Ahora es otra onda: ¿Cachai Reolé? Por ejemplo
Las Encomiendas – Mauricio Redolés
Algunos somos lo suficientemente jóvenes
como para tener madres.
Por eso a veces los carteros ingleses
golpean con los pies nuestras puertas
y traen inmensas encomiendas de Chile.Dicen
“somos los carteros y traemos encomiendas”
entonces nosotros
“pasen a tomarse un cafecito”
y ellos
“no, no, somos ingleses y trabajamos de 8 a 12”
y nos dejan paquetes amarrados con mucha fuerza
y grandes letras muy marcadas como
si las madres temieran que el avión perdiera el rumbo
y la encomienda fuera a parar a manos de algún Africano
Costarricense o Florentino de parecido nombre al nuestro.Pero eso no es todo, no es ni la mitad,
las encomiendas traen pequeños milagros
traen retazos de luces y aromas traen
fieles formas de sombras preconcebidas
por nosotros traen suciedades para
el alma del que todos sabemos.Sí, acá llueve firme y
el exilio no puede impedir que las madres
nos envíen encomiendas
con gruesas letras y cáñamo
escogido.
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(otra nota:
igual lo quiero al hevón, y en buena
¿cómo se puede explicar todo esto?
quizá todo se arregle con unas chelas.
Y que lo explicable quede para otra)
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(y otra nota más:
Sangre en la memoria y cueca punk)
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