Lectoescritura: Stella Díaz Varín: Edades Principios y Finales

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Stella Díaz Varín junto a Jorge Teillier Sandoval

 

Edades Principios y Finales
Stella Díaz Varín

 

     De niña nunca leí a Neruda.
Antes de conocerlo
Me imaginaba dueña del lenguaje
De la sustancia, de la ponderación
Del color y la luz
Pero vinieron los trece años
A recordarme agosto
Y fue
Cuando el viejo imprentero de mi pueblo
Iluminó la palma de mis manos
Con «El Hondero».

Me creé desde entonces la verdad
La investidura de la piedra marina
Descubrí el silencio
Y un horizonte
Donde aprendí a reverberar
Con el último rayo verde de sol bajo las aguas.

Y me hice mujer
Al devenir poeta
Y agradecí
Por habitar un mundo venidero.

Cómo quise a Neruda.
ínfima escala yo, niña poeta
Lejos
La vastedad de su presencia
Mal vista
Por las razas asustadas.
Pájaro de sol
En un jardín de invierno.

Él
Siempre lo supo.
Sabe lo que pretendo con mi verso
Hoy lo estoy recordando
Porque es vivo
Válgame la insolencia
De confundir ruiseñores
En la ausencia.

Nada se nos ha dado
Hay que aprenderlo todo
Desde la sonrisa
Hasta la lágrima.
Nada se nos ha dado
poeta-duende-mártir
Ni el latido
Que aprendemos a palpar
Desde la infancia
Ni los caminos
Que ensayamos temerosos
Ni las conversaciones sin palabras
Que nos separan del amigo
Contra los enemigos

Que nos separan
Del Ángel de la Guarda
Qué podría decirle yo ahora
Al Ángel de la Guarda
Seguro que Teófilo Cid
Ensayaría una sonrisa
La más hermosa sonrisa
Que haya visto.

Otro es ahora
El árbol y su corteza
Otra muy otra es la mirada
Que consigna la cifra
Otros muy otros los poetas
En la tierra sombría

Perdón por el cansancio
Pero a veces creo
Que nunca más la canción
La alborecida luz

La desinencia
Remitida desde el tronco al pétalo
Negándose a sí misma
Para viajar en el desborde
De la más absoluta primavera…

Nunca estarán de nuevo muchas cosas
No hablo de nombres perdurables

Voces, gestos.

Otros muy otros
Serán los silencios
Muy otras, sin reversos
Las distancias
Otras también las horas
Y la agonía cada cinco minutos
Ya no será jamás el mismo otoño

Es triste descubrir
En los umbrales de la muerte
Que el vano de la puerta
Es el fondo del espejo
Y allí van nuestros pasos…



 

 

Durante el año 2017 la Municipalidad de La Serena (una comuna de Chile, país recóndito de Sudamérica, ubicado más menos en el cono sur del Planeta Tierra) realizó un concurso patrimonial, cuyo titulo versaba más menos así: «La Serena elige a los 10 personajes de su historia». Como en esa época el editor de este blog residía en dicha comuna tomó entre los candidatos a una particular figura que le ha llamado la atención desde que la conoció. Stella Díaz Varín. Viendo que había que votar con la red social Facebook, observé que llevaba más likes que Gabriela Mistral, quien es denominada por su aporte en las escuelas que había realizado clases en el sector de Las Compañías.

El sólo hecho de que haya nacida en La Serena el 11 de Agosto de 1926 no la hace merecedora de una potencial nominación. No soy quién para defenderla, pero debo decir que desde la perspectiva poética resultó ser una inyección potente para aquellos que aprecian no solo la letra, si no la vida misma del quehacer poético. Esa co-respondencia, esa gratitud de sentir esa convivencia con una autora auténtica en un sentido muy simple. Enrique Lihn es más clarividente en esto en la introducción del libro «Los dones previsibles», allá por el año 1992, de donde este parte el poema «Edades Principios y Finales»:

 

La voz de Stella es fiel a sí misma. Subrayo esa palabra para agregar que la mayor parte de los poetas de mi generación entendíamos la poesía como canto, en primer lugar y sólo en segundo como escritura. En el poema hablaba, una primera persona que debía robarse con su voz todas las películas, empezando por la Biblia. El hablante más bien cantante, de los versos, debía ser «antipoeta y mago» -Huidobro-; heroico y multitudinario – de Rokha-: un mito -Neruda-. Stella Díaz  Varín, no bien reconocida la necesidad de tener una voz propia y resonante y, en ella, «la razón de mi ser», intentó diferenciarla con una violencia específica e hizo de ella una leyenda turbulenta. (…)

Algunos de nosotros, estimulados por el ejemplo de Nicanor Parra, nos alejamos rápidamente de este tipo de poesía -del hipnotismo de las Residencias de Neruda, del gigantismo de Rokha- Stella, no. Hasta el día uno de sus mejores versos («Y un horizonte / donde aprendí a reverberar / con el último rayo de sol sobre las aguas») son autoreferenciales. Adornos de la propia persona retorizada, que es la máscara del poeta.



 

Con el riesgo de equivocarme, sabiendo que no soy autoridad para decirlo, diciéndolo desde mi más personal entusiasmo, aprovechando la excusa de un concurso, quiero decir que uno de los aportes más importantes que deja Stella Díaz Varín es esa fidelidad poética, que representa la voluntad de ser en un país difícil, complejo, inhóspito, ajeno a la dignidad del quehacer del poeta, hecho que reflejará su biografía y el elemento vital de toda su poesía. En relación a esto, Stella Díaz Varín insinuó un recado importante que debemos considerar.

 

«Yo creo que deberíamos preocuparnos un poco de que el poeta deje de ser una especie de ser mítico, alado y peregrino. El poeta es un ser humano con familia, con necesidades biológicas y necesidades de todo tipo, al que nadie le da boleto en este país (…) por lo menos me gustaría que el hombre creador tuviera una base y una mínima seguridad de vida para que pudiera seguir creando».

 

 

 

 

Cita: «La Loba» – Alfonsina Storni

Alfonsina Storni
Alfonsina Storni

Alfonsina Storni


LA LOBA

Alfonsina Storni
(de La inquietud del rosal, 1916)

A la memoria de mi desdicha amiga J.C.P.

porque este fue su verbo

«Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor…

Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor…
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después… ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.

«Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.


.

Felipe Pigna – historiador – sobre Alfonsina Storni:

«Cuando Alfonsina Storni dio a conocer el poema La loba, incluido en su primer libro, ‘La Inquietud del rosal’ publicado en 1916, no tuvo gran repercusión inicial en el mundillo literario, pero sí en su actividad cotidiana: debió renunciar a su trabajo de oficina. Para sus patrones, que fuese madre soltera podía pasar, pero que lo proclamara desafiante en versos “escandalosos” era demasiado. Con el tiempo, la propia Alfonsina dirá “¡Dios te libre, amigo, de La inquietud del rosal! Pero lo escribí para no morir” en el encierro oficinesco, donde “el sol pasa por el techo pero no puedo verlo”. No obstante, en esa Argentina en proceso de cambio, mujeres que como Alfonsina rompían el molde tradicional, por momentos se sentían como “lobas” frente al “rebaño de ovejas” que, al mismo tiempo, se burlaba de ellas y les temía.»

.

Cita: «I Hear America Singing» (“Oigo cantar a América”) – Walt Whitman

Walt Whitman
Walt Whitman

Walt Whitman

 

 

“Yo escucho a América cantar
canciones muy variadas yo escucho
las de los mecánicos alegres y fuertes
la del carpintero que entona la suya mientras mira las tablas y las vigas,
la del albañil que canta la suya aprestándose a trabajar
o a dejar ya el trabajo,
la del botero que canta a cuanto le pertenece en el bote
y la del estibador que canta en la cubierta del vapor
la del zapatero, que canta al sentarse ante su banco y la del sombrerero, que entona
de pie la suya;
la canción del leñador, y la del labrador que se encamina al trabajo por la mañana,
para dejarlo al mediodía o a la puesta de sol;
la deliciosa canción de la madre, la canción de la joven en el trabajo
y de la joven que cose o que lava.
Cada uno de ellos canta lo que a él o ella le pertenece. Nada más.
El día lo que al día le pertenece; por la noche, la fiesta de los jóvenes compañeros,
robustos, amistosos, canta a plena voz sus fuertes y melodiosos cantos.”

“Oigo cantar a América” – Walt Whitman

1867-

– o –

I Hear America Singing.

I hear America singing, the varied carols I hear,
Those of mechanics, each one singing his as it should be blithe
and strong,
The carpenter singing his as he measures his plank or beam,
The mason singing his as he makes ready for work, or leaves off
work,
The boatman singing what belongs to him in his boat, the deck-
hand singing on the steamboat deck,
The shoemaker singing as he sits on his bench, the hatter singing
as he stands,
The woodcutter’s song, the ploughboy’s on his way in the morn-
ing, or at noon intermission or at sundown,
The delicious singing of the mother, or of the young wife at work,
or of the girl sewing or washing,
Each singing what belongs to him or her and to none else,
The day what belongs to the day—at night the party of young
fellows, robust, friendly,
Singing with open mouths their strong melodious songs.


The above version of the poem is as it appeared in the 1867 edition
of Leaves of Grass.

 

 

Nacido en otro

 

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Niño sirio muestra sus hipopótamos en el campo de refugiados de Ritsona, al norte de Atenas, 12 de Octubre, 2016. Petros Giannakouris / AP

 

 

«Poemas. Heridas de colores.

Crayones de sangre,
escritura sin pormenores:

Voces con hambre
de boca abierta,
como los hipopótamos de los menores
que juegan a que la mañana por fin despierta.

Miradas, refugiadas de ser escuchadas
me matan, aunque me enamoran.
El colmo de todos los silencios
es pedir, aunque no te correspondan
patria sobre otros consuelos.

Poemas. Heridas de colores.
Pinceles que arden,
Clamor sin ocasiones:

No entender ni sentir
Vivir, nada más vivir
Dónde cómo y por qué
No sé, cómo saber

¿Alguien lo podrá decir?

Ven y toca a mi casa un día
si encuentras:

…la puerta

…la respuesta

…la patria.»

Pese al dolor ajeno por la distancia, comparto el pasar de muchas personas que están en una difícil situación. Transmito mi empatía a todos los refugiados del mundo, manifestando que son personas únicas e incomprendidas, sobre todo por aquellos que no han tenido la ocasión de vivir esto. Dios quiera nunca les pase y les de una oportunidad de crecer.


 

 

Cita del texto motivo por el cual nació el poema:

«Mi hijo pone sus plumas, su caja de crayones frente a mí
y me pide que le dibuje una patria.
El pincel tiembla en mi mano
y me sumo en llanto.»

Nizar Qabbani.
Ar-rasm bi al-kalimat (Dibujo con palabras).
Siria, 1966.

 

Serena camino y color

Camino color

Camino color

De alguna manera es importante saber ser un niño pese a los años que uno tenga,  cultivar esa habilidad de fracturar la rutina y ser,  aunque sea por un momento,  quienes a verdaderamente somos. Esa manera que nos permite esto es la receta que cada cual maneja para ser feliz.

Hoy Sábado 31 de Enero del 2015, a eso de las 13:30 horas,  mientras pasaba en bicicleta en la plaza que está en Balmaceda con Eduardo de la Barra,  me encontré con unos puestos artesanales y un grupo musical que hacían la suerte de una feria auto gestionada. Motivado por la nostalgia que me traía al recuerdo Nombre Colectivo, mi grupo cultural, simpsimplemente me senté y pasé a disfrutar un buen rato.

Mientras eso sucedió vi la necesidad de escribir, así como el que tiene sed busca algo que tomar. Dadas las cosas así,  les cuento que salió el siguente texto,  el que fue leído a viva voz en la feria,  porque de alguna manera es de ahí:

 Mientras todos salieron al valle

me senté en la plaza

El camino de dos ruedas detuve

La ciudad era la casa

Cerré ojos y problemas

y sonreí en calma.

La serena era una canción.

Mientras todos fuera, aparte

Del campanazo de emoción,

La iglesia está cerrada

Y la estética colonial

Se encontraba al paso

De turistas y ciudadanos.

El cielo nublado, remanso

Era la ciudad adormilada

Hacía a ratos de una gran boca

Que una y otra vez bostezaba

Colorida,  sutil, cercana

Mírala también,  colorida

La feria era gentil y un regazo

De voces y expresiones

De quienes crecieron que aquí

Felices se puede estar

Al golpe del pandero

Al tremor de una voz

Al ritmo de la caja

Al cariño del baile.

Tejido, tela, viajero.

El arte es testimonio

De que en creer está el alma

Calentita como la yerba

Que podría tomar usted

¿Se sirve este vez?

Cierre los ojos y problemas

Sienta y sírvase.

La serena es una canción.

Mientras todos salieron a la calle

Me senté como un desconocido

A escuchar la esperanza

De los que creyeron una vez

Me sentí como los perros

que duermen despreocupados

El de la pileta, que no le importa

si de pronto cae el agua

Y el del semáforo, que no le importa

El tráfico de la calle Balmaceda

Que, avanzando sin mirar

Va en la fe de ir sólo al norte.

Por cierto, a usted que lo distraje

por un segundo en el accidente de ser

Ahora estamos en el mono verde

Si gusta ya podemos volver a ver

El camino que teníamos

Antes de que el semáforo

nos vuelva a detener.

Camino color,  plaza balmacena con Eduardo de la barra

Sábado31 de Enero,  2015

 

[T. Plaz ©. Todos los derechos preservados en bolsas de plástico no-biodegradables.]

Una palabra hablada

Entre tanto decir
y decir.
Luego de tanto leer
y leer.
La humedad sentí
Entre tanto oír
y oír, salto al hoy
Una palabra hablada
por niños jugando en la plaza
con el olor del otoño en la cara
de la sonrisa de la vergüenza travesura, nada más, verano de provincia
una plaza de sueños coloreada
Vocal hecha de travesuras
por ancianas feriantes
de hortalizas la palabra
se recogió de la tierra
tal como se sintió un día
Sembró en esta tierra
Una palabra hablada
por el artesano de madera
que en la viruta de la tabla
luce la textura del mueble
y como la palabra, que arropa
y acomoda, también ocupa
y pesa lo que es,
Y tatúa la mano con su historia

El herrero habrá labrado la moneda
como la palabra, que sirve de todo
y lo sustituye por igual, sin más
incluso a ella misma, el paradigma:
palabra por palabra, la nada
se desestima.

Y es más que monedita de oro.

Una palabra hablada
es como un perro ladrando
sentado en la esquina de una banca
a un costado de una pileta de agua
que mira a los desconocidos
y salpica a aquel que se acerque.
Y quién no dude sabe que si se le acerca y le ofrece un cariño honesto
La mano hará el truco de hacer mover la cola y dibujarle una sonrisa que no tiene cómo ser

Así también a los amigos
una palabra hablada
es como una voz en un cantante:
da el tono, y según la destreza el son
y a cada cual la atención
da, y al cabo de unos giros
todos podrían reír sin saber por qué
porque la palabra emborracha,
pero nadie quiera descubrirla
porque así como de grande se pueda ver,
puede esconderse en su trompa
escondiendo sobre sí su nariz
y se sienta con un gesto de
camuflaje en el entorno
volviéndose sonido originario
antes de que pudiéramos hablar
pié encima del pié
sentado, está el hastío
y en rigor el silencio
cuando hay tormenta y todos
simplemente cierran los ojos
y se abrazan a sí mismos
abrazando esa confianza
Que viene de la necesidad.

Entre tanto decir
y decir, luego de
tanto leer y leer
La humedad sentí
Entre tanto oír
y oír, salto al oír
Una palabra hablada
de punto final.

 

 

Cita: El corazón sonriente (The Laughing Heart) – Charles Bukowski

 

 

 

Tu vida es tu vida

no dejes que sea golpeada contra la húmeda sumisión

mantente alerta

hay salidas

hay una luz en algún lugar

puede que no sea mucha luz pero

vence a la oscuridad

mantente alerta

los dioses te ofrecerán oportunidades

conócelas

tómalas

no puedes vencer a la muerte pero

puedes vencer a la muerte en la vida, a veces

y mientras más a menudo aprendas a hacerlo

más luz habrá

tu vida es tu vida

 

-o-

 

 

your life is your life
don’t let it be clubbed into dank submission.
be on the watch.
there are ways out.
there is a light somewhere.
it may not be much light but
it beats the darkness.
be on the watch.
the gods will offer you chances.
know them.
take them.
you can’t beat death but
you can beat death in life, sometimes.
and the more often you learn to do it,
the more light there will be.
your life is your life.
know it while you have it.
you are marvelous
the gods wait to delight
in you.

 

Charles Bukowski

On «Betting on the Muse: Poems & Stories», Black Sparrow, 1996

 

 

 

 

 

 

 

Cosas Vistas – Jorge Teillier

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1
Nieva
y todos en la ciudad
quisieran cambiar de nombre

2
Una locomotora de lata
abandonada en la basura.
Una araña teje en ella su red
y solo atrapa una gota de rocío.

3
Con el grito amarillo
del aromo
se despierta la mañana

4
Temo no verte más
cuando la pompa de jabón
que hechas a volar por la ventana
se lleva reflejado tu rostro.

5
Los árboles están lejos
pero un día
llegaremos a ser árbol.

6
Sentado en el fondo del patio
trato de pensar en qué haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo oro es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre un mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.

7
La primeras luciérnagas:
un niño corre a buscarlas
para su amigo enfermo.

8
En el espejo del armario
veo mi imagen borrada
por la del antepasado que jamás conocí.

9
Yo me invito a entrar
a la casa del vino
cuyas puertas siempre abiertas
no sirven para salir.

10
La muerte dice que no existe
para que creamos en ella
y la llamemos.

11
Los perros ladran en el patio
al invitado triste de los domingos.
Sólo vienen a saludarlo los gorriones.

12
Nada que agregar
a la siesta de la silla de paja
frente a la piedra redonda.

13
Mosca
que sobrevives al verano
al fin tengo alguien
con quien hablar.

14
Un gato y una mariposa
peligrosamente cerca.

15
El gato vagabundo
sentado en el cerco
es más grande que el parque y la casa solariega.

16
El gato cansado de comer
huye de la carne que le ofrezco:
«Me gustaría ver el día -dices tú-
en donde vea a un poeta huir del vino.

17
Nunca sabrás que te amo
porque conoces el tercer nombre
que tiene cada gato
y que hasta ahora sólo había conocido
el propio gato.

18
Nos dejan de herencia
una Bomba.
Pero ella caerá
sobre nosotros.

19
Un árbol me despierta
y me dice:
«Es mejor despertar.
Los sueños no te pertenecen.
Mira, mira los gansos
abriendo sus grandes alas blancas,
mira los nidales de las gallinas
bajo el automóvil abandonado».

20
En la casa de madera
sueño con el canto de los pájaros
que anidaron una vez en este bosque.

21

Estoy en la Carretera Panamericana.
El auto pasa frente al almacén
donde una vez
hablé contigo hace años.
Pero ya no recuerdo si era en este pueblo o en otro.

22
Si el mismo camino que sube
es el que baja
lo mejor es mirarlo
inmóvil desde una ventana.

23
No puedo ir a hablar con ustedes.
Perdonen mi mala educación.
Prefiero asistir sin ser invitado
a tomar un té infinito
con el Lirón, la Liebre y el Sombrerero loco.

24
Los charcos
abren ojos aterrados
al oír los patos.

25
Mientras no cesan los golpes de los dados
tres bicicletas relucientes de frío
esperan pacientes y cabizbajas
afirmadas en la pared de la cantina.

26
Fuego bajo las cenizas
y en el muro
la sombra de los amigos muertos.

27
Veinte años después
ha resultado
que los mejores alumnos
son los de la escuela de la cimarra.

28
Se me había olvidado:
Una campanada = pasajeros del norte.
Dos campanadas = pasajeros del sur.
Tres = carga del norte,
cuatro = carga del sur.
Esto lo aprendí una vez en un lugar cuyo nombre no importa
donde ya ninguna campana
anuncia ningún tren.

29
Un vaso de cerveza,
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra.

30
Una batea en medio del patio.
La ropa ajena
flamea en los alambres,
la familia de los cuidadores
se reúne
en torno a la primera sandía.

31
Un huevo fresco
olvidado
al pie del muro divisorio
al fondo
acurrucada
la escala de tijeras
y
(pero no por último)
un montón
de rastrilladas hojas
listas para el fuego.

32
Mi hija me pregunta:
¿Dónde estuve yo antes
que ustedes nacieran?

33
Bajo una misma lámpara
unos escriben poemas
otros falsifican moneda.

34
Aún se pueden ver en el barro
las pequeñas huellas del queltehue
muerto esta mañana.

35
La tierra en primavera
y las ruedas del tren
aplastan las hormigas.

36
Las negras casas quieren atravesar el río,
pero se detienen en las orillas,
y allí son mendigos inválidos y rencorosos
mirando el lento vuelo de los patos silvestres.

37
Los raídos penachos de los álamos
saludan el regreso a la luz.
La tierra cree resucitar
y también nuestro amor.

38
La niebla hace a todos personajes
de un libro de cuentos de hadas
leídos en la torre que se incendiará.

 


 

En «Para un pueblo fantasma»

1978

 

Nada tiene que ver el dolor…. – Enrique Lihn

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Lectura nunca fiel del curador:

-0-

Nada tiene que ver el dolor con el dolor
nada tiene que ver la desesperación con la desesperación
Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas
No hay nombres en la zona muda
Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus nuevos amantes
acicalada hasta la repugnancia, y los médicos
son sus peluqueros, sus manicuros, sus usurarios usuarios
la mezquinan, la dosifican, la domestican, la encarecen
porque esa bestia tufosa es una tremenda devoradora
Nada tiene que ver la muerte con esta imagen de la que me retracto
todas nuestras maneras de referirnos a las cosas están viciadas
y éste no es más que otro modo de viciarlas
Quizá los médicos no sean más que sabios y la muerte —la niña
de sus ojos— un querido problema
la ciencia lo resuelve con soluciones parciales, esto es, difiere
su nódulo insoluble sellando una pleura, para empezar
Puede que sea yo de esos que pagan cualquier cosa por esa tramitación
Me hundiré en el duelo de mí mismo, pero cuidando de mantener
ciertas formas como ahora en esta consulta
Quiero morir (de tal o cual manera) ese es ya un verbo descompuesto
y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonable
mente, evidentemente fuera del lenguaje en esa
zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser
cuando ya uno, qué alivio, está muerto, olvidado ojalá previamente de sí mismo
esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es
su presupuesto
Invoco en la consulta al Dios
de la no mismidad, pero sabiendo que se trata
de otra ficción más
sobre la unión de Oriente y Occidente
de acápites, comentarios y prólogos
Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender
para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio
que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas
de una ciencia imposible e igualmente válida
un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos
que viviera una fracción de segundo a la manera del resplandor
y que hablara lo mismo de la felicidad que de la desgracia
del dolor que del placer, con una sonriente
desesperación, pero esto es ya decir
una mera obviedad con el apoyo
de una figura retórica
mis palabras no pueden obviamente atravesar la barrera de ese lenguaje desconocido
ante el cual soy como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar
el lenguaje humano
Ay dios habría que hablar de la felicidad de morir en alguna inasible forma
de eso que acompañó a la inocencia al orgasmo a todos y a cada uno
de los momentos que improntaron la memoria
con impresiones desaforadas
Cuando en la primera polución
—mucho más mística que la primera comunión— pensabas en Isabel
ella no era una persona sino su imagen el resplandor orgástrico de esa creatura
que si vivió lo hizo para otros diluyéndose para ti carnalmente en el tiempo de los demás
sin dejar más que el rastro de su resplandor en tu memoria
eso era la muerte y la muerte advino y devino
el click de la máquina de memorizar esa repugnante devoradora
acicalada en palabras como éstas tu poesía, en suma es la muerte
el sueño de la letra donde toda incomodidad tiene su asiento
la cárcel de tu ser que te privaba del otro nombre de amor escrito silenciosamente en el muro
o figuras obscenas untadas de vómito
tu vida que —otra palabra— se deslizó, sin haberse podido
engrupir en lo existente detenerse en lo pasajero hundir el hocico
feliz en el comedero, golpear por un asilo nocturno
con el amor como con una piedra
la muerte fue la que se disfrazó de mujer en el altillo
de una casa de piedra y para ti de sombra y humo y nada
porque ya no podías enamorar a su dueña, temblando
del placer de perderla bajo una claraboya con telarañas
tienes que reconstituir ese momento ahora que la dueña de la casa es la muerte
y no la otra, esa nada ese humo esa sombra
darte el placer de ser ella y de unirte a ella como los labios de Freud
que se besan a sí mismos

 

 

Enrique Lihn.-

Cita: «Tarde» – Jorge Teillier

Jorge Teillier

Jorge Teillier – Imágen de Julia Toro Donoso

 

.

Lectura nunca fiel del curador:

.

-o-

.

La tarde es una canción
a veces tarareada
por un viajero solitario.
Cuando la canción se apaga
el viento trae palabras
que los árboles no comprenden.

Hojas miedosas se refugian en los cuartos.
Ellas huyen del árbol lleno de musgo,
ese brujo que ha pactado con la noche
y nos ordena cerrar las ventanas.

Toque de queda en el cuartel. Mis amigos
dejan de hacer tagüitas en el río.
¿A qué viajero que una vez cantaba
aún siguen esperando en este pueblo?

Las sombras nos tienden la mano
para llevarnos al molino
en donde junto a una muchacha
cuentan largas historias a los muros.

Rechazamos las manos de las sombras
pues sólo queremos pactar con la noche.
En un árbol hueco tumbado en el camino
se refugia un viajero,
y a ningún viajero que cantaba solitario
debe esperarse ya en este pueblo.

.

.

.