Cosas Vistas – Jorge Teillier

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1
Nieva
y todos en la ciudad
quisieran cambiar de nombre

2
Una locomotora de lata
abandonada en la basura.
Una araña teje en ella su red
y solo atrapa una gota de rocío.

3
Con el grito amarillo
del aromo
se despierta la mañana

4
Temo no verte más
cuando la pompa de jabón
que hechas a volar por la ventana
se lleva reflejado tu rostro.

5
Los árboles están lejos
pero un día
llegaremos a ser árbol.

6
Sentado en el fondo del patio
trato de pensar en qué haré en el futuro,
pero sigo el vuelo del moscardón
cuyo oro es el único que podría atrapar,
y pierdo el tiempo saludando al caballo
al que puse nombre un mediodía de infancia
y que ahora asoma
su triste cabeza entre los geranios.

7
La primeras luciérnagas:
un niño corre a buscarlas
para su amigo enfermo.

8
En el espejo del armario
veo mi imagen borrada
por la del antepasado que jamás conocí.

9
Yo me invito a entrar
a la casa del vino
cuyas puertas siempre abiertas
no sirven para salir.

10
La muerte dice que no existe
para que creamos en ella
y la llamemos.

11
Los perros ladran en el patio
al invitado triste de los domingos.
Sólo vienen a saludarlo los gorriones.

12
Nada que agregar
a la siesta de la silla de paja
frente a la piedra redonda.

13
Mosca
que sobrevives al verano
al fin tengo alguien
con quien hablar.

14
Un gato y una mariposa
peligrosamente cerca.

15
El gato vagabundo
sentado en el cerco
es más grande que el parque y la casa solariega.

16
El gato cansado de comer
huye de la carne que le ofrezco:
«Me gustaría ver el día -dices tú-
en donde vea a un poeta huir del vino.

17
Nunca sabrás que te amo
porque conoces el tercer nombre
que tiene cada gato
y que hasta ahora sólo había conocido
el propio gato.

18
Nos dejan de herencia
una Bomba.
Pero ella caerá
sobre nosotros.

19
Un árbol me despierta
y me dice:
«Es mejor despertar.
Los sueños no te pertenecen.
Mira, mira los gansos
abriendo sus grandes alas blancas,
mira los nidales de las gallinas
bajo el automóvil abandonado».

20
En la casa de madera
sueño con el canto de los pájaros
que anidaron una vez en este bosque.

21

Estoy en la Carretera Panamericana.
El auto pasa frente al almacén
donde una vez
hablé contigo hace años.
Pero ya no recuerdo si era en este pueblo o en otro.

22
Si el mismo camino que sube
es el que baja
lo mejor es mirarlo
inmóvil desde una ventana.

23
No puedo ir a hablar con ustedes.
Perdonen mi mala educación.
Prefiero asistir sin ser invitado
a tomar un té infinito
con el Lirón, la Liebre y el Sombrerero loco.

24
Los charcos
abren ojos aterrados
al oír los patos.

25
Mientras no cesan los golpes de los dados
tres bicicletas relucientes de frío
esperan pacientes y cabizbajas
afirmadas en la pared de la cantina.

26
Fuego bajo las cenizas
y en el muro
la sombra de los amigos muertos.

27
Veinte años después
ha resultado
que los mejores alumnos
son los de la escuela de la cimarra.

28
Se me había olvidado:
Una campanada = pasajeros del norte.
Dos campanadas = pasajeros del sur.
Tres = carga del norte,
cuatro = carga del sur.
Esto lo aprendí una vez en un lugar cuyo nombre no importa
donde ya ninguna campana
anuncia ningún tren.

29
Un vaso de cerveza,
una piedra, una nube,
la sonrisa de un ciego
y el milagro increíble
de estar de pie en la tierra.

30
Una batea en medio del patio.
La ropa ajena
flamea en los alambres,
la familia de los cuidadores
se reúne
en torno a la primera sandía.

31
Un huevo fresco
olvidado
al pie del muro divisorio
al fondo
acurrucada
la escala de tijeras
y
(pero no por último)
un montón
de rastrilladas hojas
listas para el fuego.

32
Mi hija me pregunta:
¿Dónde estuve yo antes
que ustedes nacieran?

33
Bajo una misma lámpara
unos escriben poemas
otros falsifican moneda.

34
Aún se pueden ver en el barro
las pequeñas huellas del queltehue
muerto esta mañana.

35
La tierra en primavera
y las ruedas del tren
aplastan las hormigas.

36
Las negras casas quieren atravesar el río,
pero se detienen en las orillas,
y allí son mendigos inválidos y rencorosos
mirando el lento vuelo de los patos silvestres.

37
Los raídos penachos de los álamos
saludan el regreso a la luz.
La tierra cree resucitar
y también nuestro amor.

38
La niebla hace a todos personajes
de un libro de cuentos de hadas
leídos en la torre que se incendiará.

 


 

En «Para un pueblo fantasma»

1978

 

Cita: «Tarde» – Jorge Teillier

Jorge Teillier

Jorge Teillier – Imágen de Julia Toro Donoso

 

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Lectura nunca fiel del curador:

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-o-

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La tarde es una canción
a veces tarareada
por un viajero solitario.
Cuando la canción se apaga
el viento trae palabras
que los árboles no comprenden.

Hojas miedosas se refugian en los cuartos.
Ellas huyen del árbol lleno de musgo,
ese brujo que ha pactado con la noche
y nos ordena cerrar las ventanas.

Toque de queda en el cuartel. Mis amigos
dejan de hacer tagüitas en el río.
¿A qué viajero que una vez cantaba
aún siguen esperando en este pueblo?

Las sombras nos tienden la mano
para llevarnos al molino
en donde junto a una muchacha
cuentan largas historias a los muros.

Rechazamos las manos de las sombras
pues sólo queremos pactar con la noche.
En un árbol hueco tumbado en el camino
se refugia un viajero,
y a ningún viajero que cantaba solitario
debe esperarse ya en este pueblo.

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Jorge Teillier – El Aromo

El pre-texto vale tanto como el poema:

«Poema dedicado al árbol simbólico de la frontera. Hay un aromo también al fondo de mi casa. Voy a leer el aromo, lo mejor que pueda porque soy muy malo para la lectura. Solamente vivo acompañado de gatos. Vivo con dieciséis gatos, así que estoy acostumbrado a leerle a gatos que no escuchan nada. Ahora no tengo gatos sino que seres humanos, cosa que me aflige bastante. «

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EL AROMO.

El tiempo lo guardó en su memoria
para soñar con él, en las noches de invierno.

Los labios del tiempo despiertan,
y pronuncian, mojada de lluvia,
la primera palabra que recuerdan.

Y se enciende la llama del aromo
sin temor al viento, sin envidia del sol.

El aromo es el primer día de escuela,
es una boca manchada de cerezas,
una ola amarilla de donde nace la mañana,
un vaso de vino en la mesa de los pobres.

El aromo es un domingo en la plaza de provincias,
es lo que nace de la semilla
de un hueso de niño muerto,
la amistad de las ovejas y el molino
en los viejos calendarios
y la alegría de los brazos
que renacen cuando estrechan el cuerpo de quien aman.

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Jorge Teillier – Los Espejos

jorge-teillier - alvaro hoppe

  • I.- Cuando en la tarde aparezco en los espejos

Cuando en la tarde aparezco en los espejos
Cuando yo y la tarde queríamos unirnos
Tristemente nos despedimos
Tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes
Quién soy entonces
Quizás por un momento
De verdad soy yo que me encuentro

Quién soy yo sino nadie
Alguien que quisiera pasarse los días y los días
Como un solo domingo
Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios
Mirando a un anciano que da de comer a las palomas
Y a los evangélicos que predican el fin del mundo

Cuando en la tarde no soy nadie
Entonces las cosas me reconocen
Soy de nuevo pequeño
Soy quien debiera ser
Y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.

  • II.- Hay un espejo colgado en una pared rota

Hay un espejo colgado en una pared rota
En una vieja casa de campo
Perdida en un bosque sombrío.
Nada se mueve jamás en él
Salvo sombras submarinas de sombríos helechos y pinos.
El marco está cubierto de musgo.
Un día el espejo se deslizó al piso.
Años y años permaneció en los tablones astillados.
Muy rara vez
Una rata del bosque
pasó junto a él sin siquiera echarle una mirada.
Un día llegué yo.
Rompí la puerta desvencijada
Y pasó conmigo una angosta cuña de sol.
Llevé el espejo al cuarto de mi abuelo muerto
Y lo dejé reflejar su retrato
Mientras en la vieja casa del bosque
Las sombras
Las ratas del bosque y el musgo
Tuvieron que trabajar sin su testigo.

Jorge Teillier – Sentados frente al fuego

Jorge Teillier

A los 12 años del fallecimiento terrenal del gorrión de Lautaro

Voz de Doble A

Sentados frente al fuego que envejece
miro su rostro sin decir palabra.
Miro el jarro de greda dónde aún queda vino,
miro nuestras sombras movidas por las llamas.

Esta es la misma estación que descubrimos juntos,
a pesar de su rostro frente al fuego,
y de nuestras sombras movidas por la llamas.
Quizás si yo pudiera encontrar una palabra.

Esta es la misma estación que descubrimos juntos:
aún cae una gotera, brilla el cerezo tras la lluvia.
Pero nuestras sombras movidas por las llamas
viven más que nosotros.

Sí, esta es la estación que descubrimos juntos.
-Yo llenaba esas manos de cerezas, esas
manos llenaban mi vaso de vino-.
Ella mira el fuego que envejece.

De Para Angeles y Gorriones, 1956.

 

Jorge Teillier – Antes del desorden

Teillier Jorge - Antes del desorden 02

«Antes del desorden

Yo caminaba por la Avenida Macul hacia el Pedagógico

¿Qué edad tenía?
Veintidós años. Veintitrés años?

Sobre los plátanos orientales
El sol se deshacía como un vitraux de una iglesia olvidada
Yo no buscaba ningún recuerdo
Yo no quería subir al Tren Expreso de los recuerdos
Pero brillaron ante mí los soles de la ausencia
Y me senté en la terraza de Los Cisnes antes que en la Biblioteca
Un carrusel de Feria de pueblo pobre empezó a girar en mi cabeza
Y no podía leer el diario de la tarde, ni hacer
pronósticos a las carreras.

Un amor desconocido se me apareció entre una nube roja
Aunque yo creía que solamente una vez amaría en la vida
Aunque sólo me esperaba la soledad y el silencio de la pieza
de estudiante donde debía regresar.

Para mí una lámpara era el faro de la unión
El espejo reflejaba la casa inmortal de la infancia
Donde una muchacha que no eras tú aún no nacida me esperaba
Pero en el cielo habían aparecido como dos nubes el signo
de los peces divirgentes.»

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[T. Plaz ©. Todos los derechos preservados en bolsas de plástico no-biodegradables.]

 

Jorge Teillier – Destierro

Teillier, Jorge - Antes del desorde 01

«Destierro

Susurra León vive en el verano con nieve de Oslo
repara muñeca antiguas de porcelana con paciencia desdesterrado
y escribe «La última Carta del Año»

Mi sobrina Andrea Trabaja en un supermercado de Escokolmo
El chino Barra traduce Pasternak al sueco.
Mi madre a los 77 años publica poemas sobre su hogar perdido en lautaro
Mi padre sigue cantando «La internacional»
bajó la bandera chilena y piensa en la grandeza de Stalin que vencía a Hitler.
Pinilla es inspector de Ferrocarriles en Letonia.
Cameron en Malmo’r (…) poetas del exilio

Recibo cartas de E.E.U.U.
Mozambique
Rumania
Inglaterra
Alemania (que ahora es una)

No las contesto
Pero deben comprender
Que para mí nadie ha salido de Chile.»

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Amenaza de muerte

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[T. Plaz ©. Todos los derechos preservados en bolsas de plástico no-biodegradables.]

Después de todo – Jorge Teiller

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Jorge Teillier

«Equivoquemosnos todo lo que queramos / La tierra del desamor no existe»

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Después de todo – Jorge Teillier

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Después de todo
nos volveremos a encontrar.
El verano tenderá sus manteles en el suelo
para que dispongamos nuestras provisiones
y tú seguirás bella
como la canción El Vino de Mediodía
que el loco tocaba en la leñera.

Después de todo
hay tantas y tantas tierras.
Yo no me impaciento.
tenemos todos los años del mundo para recorrerlas
hasta que de nuevo estemos juntos
y tú me contarás
que una vez me conociste
en un pequeño planeta que yo no recuerdo
un planeta llamado Tierra
y vas a hablarme
de casas visitadas por la luna;
billetes de apuesta a los hipódromos,
nuestras iniciales dibujadas con tiza blanca
en un muro en demolición.

Equivoquémonos todo lo que queramos.
La tierra del desamor no existe
ante el gesto tuyo de mostrar las magnolias
de una plaza de barrio,
tu cabeza en mi hombro,
la clara música nocturna de tu cuerpo.

Un gesto rehace todo:
cuando la casa se incendia
su vida sigue entera
en la hoja chamuscada de un cuaderno,
el alfil sobreviviente del ajedrez.

En otro lugar, lejos de esta tierra y de su tiempo
espero tu rostro
donde se reúnen todos los rostros que he amado,
y comenzaremos a ser otra vez los desconocidos
que hace años se miraban y miraban
sin atreverse a decir que iban a amarse.

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En De Muertes y Maravillas, 2005

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[T. Plaz ©. Todos los derechos preservados en bolsas de plástico no-biodegradables.]

Cita: «Quizás me escucharías» – Jorge Teillier

Jorge Teillier y Beatriz Ortiz de Zárate (1964)

Quizás me escucharías – Jorge Teillier

del libro «Lo soñé o fue verdad» – Ed Universitaria

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Quizás me escucharías

Si supieras que a veces mi lenguaje

Es el del ciruelo que teme compartir sus frutos

El del gato vagabundo

Que prefiere el tejado a las caricias

El de la estrella que debe morir

Para aunciar el Nacimiento.

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Quizás podrías verme

Si mis manos fueran los pedernales

Que iluminaran el pozo azul de tus ojos.

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Quizás me escucharías

Cuando el País de la Escarcha olvidaran mis salmos

Y entonaran la alabanza del pajar del verano

Donde el asno y el buey reciben a los magos

Y a medianoche

Los pastores tributan el canto de los gallos.

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Escucha -sólo una vez quizás- escucha:

Cuando mi celosa madre la luna deja de conducirme

Entro -como debió entrar el padre- tiernamente a

la Nochebuena de la vida

Iluminado por un sacerdotal candelabro de manzanas.

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[ T. Plaz ©. Todos los derechos preservados en bolsas de plástico no-biodegradables.]